Articulo de Opinión.-
Confianza y Deslealtad, por Pedro Antonio Campos
Nunca un Gobierno en la historia democrática reciente de España ha tenido tanto poderes excepcionales a su disposición. Poderes que emanan de la soberanía nacional y que se encuentran regulados en la propia Constitución (art. 116) y en la Ley Orgánica 4/1981, de 1 de junio, de los estados de alarma, excepción y sitio que la desarrolla. Al amparo de dicha normativa, el ejecutivo asume el mando único de la crisis y adopta una serie de medidas encaminadas a reconducir la situación y restaurar la normalidad, pero a nadie se le escapa que la gestión del Gobierno socialcomunista está dejando mucho que desear.
Es por ello que la conducta de Sánchez y su Gobierno cumple con la definición de negligencia, ya que ha habido una omisión clara de la atención debida por inacción y por acciones incorrectas, inadecuadas e insuficientes. El primer ejemplo lo encontramos en lo sucedido el jueves 30 de enero y es que ese día, en una reunión técnica en el Ministerio de Sanidad, Juan Martínez Hernández, experto en Salud Pública de la Organización Médica Colegial, alertó al Gobierno de la enorme peligrosidad del coronavirus. En segundo lugar, la acción de obviar las 5 llamadas a la responsabilidad y actuación frente a la epidemia que la Unión Europea y la propia Organización Mundial de la Salud realizaron al Gobierno español. La tercera referencia la observamos en las declaraciones que el Dr. Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad, que calificó el COVID-19 como una simple “gripe”, a la vez que hablaba de los pocos casos que podrían darse en España. La cuarta negligencia se enmarca dentro las llamadas a la movilización por el 8M en toda la geografía nacional, con frases dichas por altos miembros del ejecutivo como la vicepresidenta primera, Carmen Calvo, que llegó a manifestar que “nos va la vida” en referencia a acudir a esas manifestaciones y que provocó que cientos de miles de personas salieran a la calle, tras las numerosas advertencias sanitarias que el Gobierno había recibido y que omitió por, simple y llanamente, puro intereses político del momento, aunque ya advertían bastantes voces que era una “imprudencia gravísima”.
Tras la breve crónica expuesta anteriormente, se le une la petición manifestada por Pedro Sánchez el 1 de marzo en un acto electoral en Vitoria y que da pie al título de este artículo: “confianza”. Pero esta solicitud a los españoles lleva aparejada el siguiente término: deslealtad. El Gobierno era consciente de la magnitud de la crisis ocasionada por el COVID-19 y la prueba de ello es que pudo haber adoptado decisiones más acertadas desde finales de enero, pudo haber evitado en mayor medida la propagación del virus, pudo haber hecho acopio de bienes esenciales y no lo hizo. Es por esto, que el ejecutivo ha sido desleal con los españoles porque ha faltado a la verdad, ha ocultado información y ha sido negligente.
Pero quiero destacar, particularmente, la altura de miras y sentido de Estado que el Partido Popular ha tenido desde el principio. Pablo Casado no solo se tomó en serio esta crisis desde el minuto 1 mediante la constitución de un comité de expertos para prevenir acerca de la situación, sino que, además, presentó un plan de choque para paliar los efectos económicos de la pandemia y brindó su apoyo al Gobierno para remar juntos en una misma dirección y prueba de ello son las convalidaciones de los Reales Decretos Leyes que se han producido en el Congreso de los Diputados con su voto favorable aunque Sánchez aprovechase la ocasión para blindar a Iglesias en la comisión del CNI o para dictar una orden para conceder indultos. Además de mostrar siempre una actitud constructiva, basada en la experiencia de notables expertos y de numerosos cargos públicos que el PP ha tenido en el área de Sanidad.
No obstante, en aras de esa labor de fiscalización y control al Gobierno, no se puede adoptar una actitud impasiva ante las conductas dolosas y negligentes que el Gobierno socialcomunista ha llevado a la práctica. Por ello, considero improcedente que determinados sectores de la sociedad nos acusen a los críticos con la gestión del ejecutivo de falta de altura de miras porque lo que se intenta reflejar con dichas críticas no es otra cosa que demostrar a la ciudadanía la deslealtad que Sánchez e Iglesias han tenido con los españoles, aprovechándose de su situación en el poder y nos permite ser, además, altavoz de las reclamaciones que se nos plantean, llegando a exigir, como es natural, la responsabilidad oportuna.
No quiero terminar este artículo sin mostrar mi profundo pésame por los 10.935 compatriotas que, a fecha de este artículo, han fallecido (D.E.P), jamás seréis olvidados y me gustaría agradecer, también, la labor que sanitarios, Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, policías autonómicas y locales, trabajadores del sector de la alimentación, medios de comunicación y demás profesionales que se han ganado el calificativo de héroes. A todos ellos, gracias.
En definitiva, decía Otto Von Bismarck que “España es el país más fuerte del mundo porque siempre han intentado destruirlo y nunca lo han conseguido” y esta frase cobra sentido cuando vemos que las acciones del Gobierno no son ni están siendo las correctas, pero la actitud, coraje y fuerza del pueblo español es la mejor vacuna contra esta pandemia que más pronto que tarde se irá de nuestras vidas. Así lo creo.
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